domingo, 17 de febrero de 2008

Articulo: concierto de tambores

En el Auditori en Barcelona, el pasado domingo casi dos mil personas, nos pusimos a tocar el tambor, no un tambor cualquiera, el djembé, el rey de los tambores.

Podríamos hablar de una experiencia única de liderazgo, trabajo y coordinación grupal, porque lograr que todos nos sintiéramos parte del ritmo, que atendiéramos las indicaciones de nuestros desconocidos maestros ha sido un espectáculo en el que fuimos, al mismo tiempo, espectadores y actores.

Una vivencia que en dos horas ha actualizado nuestras capacidades más instintivas, más lúdicas y las más civilizadas, al lograr tocar todos con un ritmo marcado y respetando el compás.

Ni la edad, ni la condición física, ni la raza o la religión o el idioma han impedido a nadie participar de esta fiesta de solidaridad, que no sólo llevará algo de riqueza a una de las regiones más pobres de África, sino que nos ha enriquecido como personas. Hemos concurrido para dar y hemos recibido mucho más de lo que estábamos dando, tal como pasa siempre en la vida.

Los tambores, en especial el djembé, parecen tener la condición especial de rescatar en nosotros esas vivencias ancestrales que nos hacen sentirnos parte de un grupo más allá de las palabras y de los códigos. Lo he comprobado en el concierto en el Auditori y en otras ocasiones en que los usé para cerrar una formación en espíritu de equipo, en una empresa francesa.

A los diez minutos de comenzar el concierto, ya estábamos jugando con los sonidos de ese nuevo amigo que encontramos en nuestros asientos y, al cabo de una hora, ya nos veíamos y nos escuchábamos en espejo, participando todos en el ritmo colectivo.

Una experiencia sin duda interesante y muy motivadora para realizar con grupos de trabajo en empresas y organizaciones, porque si éstos fueron los resultados con dos mil personas desconocidas entre sí, ¿cuánta vivencia, aprendizaje y complicidad se podrá crear en equipos que trabajan juntos?